"Al haber comenzado a ser un bien escaso,
las palabras tenían más significado que antes"
(Juan José Millás, EL ORDEN ALFABÉTICO)

CAPÍTULOS 24, 25, 26, 27 Y 28

24
Concluyo sin consecuencias tercer año de bachillerato. Me toca decidirme y opto por estudiar Humanidades. Eso significa cambiarme de liceo, pero no importa. Las mudanzas serán lo mío. Conllevan aire fresco. Además no me calo física, química ni biología. Yo no pienso ser científico. No me sirven. No me interesan. Ni aunque me vaya a estudiar psicología. Prefiero el latín y el griego. Hasta el francés, pues. Roa Bastos publica “Yo el supremo”. Título cojonudo, insuperable, que adopto para mí en secreto sumarial. El libro es un ladrillo, ilegible, pero el título vale cada puto bolívar que pagué en la librería.

El muerto, esta vez, es Charles Lindberg, quien se extingue sin saber qué fue de su hijo.

—¡Vaya putada! –exclama mi padre, asomado a las páginas abiertas, de par en par, de la prensa dominical.

25
En la “progre” revista SIC, editada por el Centro Gumilla, publico mi primera crítica cinematográfica, escrita a cuatro manos con Carmelo Vilda, jesuita que me da clases. Gano el concurso literario del colegio san Ignacio. El premio consiste en el consabido diploma, una medalla que empeñaré años más tarde y la obra completa de Cortázar, a quien veo con frecuencia en el bulevar de Sabana Grande, vitrina bohemia de mi ciudad. No me cabe eso de sumar letras con números, así que raspo matemáticas y me rehúso a pagarle clases particulares onerosísimas al hijoputa del profesor. La consecuencia es obvia: no logro pasar el examen de reparación y, gracias al contacto de una amiga de mi madre, obtengo cupo en el Liceo De Aplicación, ubicado en lo que solía ser el antiguo hipódromo de El Paraíso, frente al Instituto Pedagógico de Caracas.

A coñazo limpio, matan a Pasolini en Italia. Muere, “por la gracia de dios”, tras cuarenta años agónicos, Francisco Franco. Algarabía ibérica. Júbilo universal. Se cocina a fuego lento el destape, pero en olla de presión. Tremebundo y churrigueresco. La fiesta es grande en mi casa y en los domicilios de los vecinos españoles. Y en las tascas de La Candelaria. Y en la Hermandad Gallega. Y en el Club Catalán. Y en el Hogar Canario. Y en la Casa de Asturias. Y los murcianos llegaron ya y llegaron bailando chachachá. Y se incrementa exponencialmente el consumo de orujo, de anís, de rioja, de cava, de tempranillo. Mi madre agota las reservas de jerez Tío Pepe. Mi padre y René —criollizados a punta de escocés on the rocks, please— contribuyen a consolidar el sitial de honor que ostenta la pequeñezuela Venecia como mayor consumidor per cápita de whisky urbi et orbi. Es entonces que yo me estreno con la birra que publicita, textualmente, que “cada región tiene su nombre, pero en todas la cerveza se llama POLAR”. Después se sucederá el ron en versión (Cuba)libre, el vodka, la ginebra, el single malt, el brandy, todas las anteriores.

Algún día mi padre me reclamará sorprendido que mi sangre ibérica se ha diluido en demasía, sin vestigio alguno del gusto por el vino, los toros, el fútbol o el flamenco. Sobreviven en mí —eso sí— eñes, jotas, zetas y un excesivo uso de los acentos.

26
Me dejo de afeitar. La enredadera capilar de mi barba va cubriendo el acné que se anquilosa en mi rostro. Curso quinto año en el Liceo de Aplicación. Hay cuatro hembras para cada varón. Tres horribles, una buenísima. Justicia divina, diría yo. Dios existe y empieza a manifestárseme. Dirijo un periódico semanal de pared, PAREDÓN, donde fustigo al cuerpo docente con humor cáustico. Temeraria, Soraya traza unas caricaturas feroces. Luisfer y yo nos apropiamos del dinero de la prograduación. Llegamos en taxi al liceo. El se compra una Fender Stratocaster. Yo una Olimpus OM-10 electrónica, con prioridad de apertura del diafragma sobre la obturación. El lente es un peorro 50 mm, pero en breve lo complementaré con un zoom Vivitar 80-200 de óptica prodigiosa. Ya verán. Le compramos los exámenes trimestrales al bedel que maneja el multígrafo. Los revendemos discretamente a las carajitas que nos pagan con sexo rápido y vertical en las antiguas gradas del hipódromo. Sementales y yegüitas usamos contraseñas en latín. “A domino malo”, inquirimos. "In loca deserta fugit”, nos responden. José Balza me publica un cuento en NÍTIDO, revista editada por la dirección de cultura de la UCV.

27
Secuestran en Caracas a William Niehous, gerente general de una transnacional fabricante de vidrio. Al hombre lo liberan cuatro años más tarde en un estado físico deplorable. Parece el náufrago que demandó judicialmente a García Márquez. Tú sabes, “tú eres mi creador, pero no te lo mamo”, escribió Mary Shelley en FRANKENSTEIN. A la larga, nuestros personajes nos alcanzan. Y piden explicaciones. Y pasan factura. Y cobran. Con intereses. Benditos sean. Amén.

28
Conozco a Raquel. Me regala el CANTO A MÍ MISMO de Whitman. Walt, ella y yo conjugamos triángulos equiláteros, isósceles y escalenos. Qué sé yo. Nos morboseamos mutuamente recorriendo el Museo de Bellas Artes; nos desatamos en el Parque Los Caobos, espiados por las estatuas impertérritas de Narváez; asistimos al teatro Alberto de Paz y Mateos para ver la obra de Jodorowski, EL JUEGO QUE TODOS JUGAMOS (donde debuta, divinísimamente deseable, una Alicia Plaza que dispara incómodas erecciones dentro de la camisa de fuerza de mi bluejean). Woody Allen nos vuelve mierda con ANNIE HALL.

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