"Al haber comenzado a ser un bien escaso,
las palabras tenían más significado que antes"
(Juan José Millás, EL ORDEN ALFABÉTICO)

CAPÍTULOS 17, 18 Y 19

17
Con el riesgo asumido de que esta narración degenere en crónica funeraria, debo relatar que cuando muere el Che Guevara, René contrata a una agencia de festejos y arma una de las rumbas más memorables que recuerde la avenida Victoria. Ni EL BONCHE que escribió Renato Rodríguez, ni LA FIESTA INOLVIDABLE protagonizada por Peter Sellers y ni siquiera la gala nupcial orquestada por los Cisneros para casar a alguno de sus herederos en Caracas dio tanto de qué hablar a los vecinos de la también denominada avenida Presidente Medina. El 92,63% de los invitados eran cubanos.

Plagiándome en la memoria no la celebración “post-Che” de René, aunque sí el film festivo popularizado por Peter Sellers, encaro el lanzamiento publicitario de la soda y aguakina Schweppes en el mercado regional con una celebración que acontecía en la piscina del hotel Tamanaco, sin elefantes, pero con los invitados ataviados de gala dentro del agua, bajo el slogan de “Haz de todo momento un evento con Schweppes”.

El follow-up de la campaña mostraba fiestas de cualquier índole que sucedían en paisajes edénicos, vuelos transoceánicos o ascensores, reiterando el lema publicitario: “Schweppeando con Schweppes”. De esta manera, la denominación comercial del producto se vuelve verbo y, más aún, gerundio.



18
¿No escribí ya que los Kennedy son una familia maldita? El día en que matan a Robert Ka a mis padres les aprueban el crédito hipotecario a 20 años del apartamento de 72 metros cuadrados del LLaeco. Por esas mismas fechas, en ese camposanto enorme que es Estados Unidos, hacen tiro al blanco en Martin Luther King y disparan la frase de “I have a dream”, inmortalizándola en discursos de toda índole, en cómoda concordancia con casi cualquier situación. En mi recuento de difuntos de ese entonces también figura el poeta español León Felipe, el mejor traductor de Whitman al castellano (y que se joda Borges).

Ya mis padres se han nacionalizado y pueden votar. Fieles a su tradición de no apostar al ganador resulta electo presidente el copeyano Rafael Caldera. Para que no se sienta tan solo en su mandato, los gringos escogen al Dick Nixon como semejante. El allanamiento a la UCV, ubicada a escasos cien metros de nuestro apartamento, nos permite disfrutar el bouquet característico de las bombas lacrimógenas, llanto iniciático al que nos iremos acostumbrando. Desde entonces jamás faltaron en mi casa los pañuelos de algodón humedecidos en agua y vinagre para mitigar el efecto de aquellos olores a cebolla podrida y humeante.

Cuando finalmente traducen EL PADRINO al español y lo ponen en venta en Venezuela, mis padres se pelean por el libro de Mario Puzzo, imponiéndose un horario de lectura diurno para ella y nocturno para él. Mi madre, lectora voraz, concluye la novela un par de semanas antes que mi padre y amenaza con irle develando detalles e inclusive el final. Años después iré con mi viejo al estreno de la película hecha por Coppola en la pantalla panorámica del cine Canaima. Mi madre siempre se ha negado a ver las versiones fílmicas de las obras literarias que ha disfrutado, pues argumenta que nadie le va a (im)poner rostro a los personajes que ella ya se ha imaginado.

19
¿Más difuntos para el recuerdo? Ho-Chi-Minh fallece por sobredosis de arroz y Boris Karloff se muere de miedo a no conseguir ningún otro rol de monstruo que deambule por las oscuras salas de cine.

La primera caminata lunar es vista en Venezuela, en expresivo blanco y negro, a través de Radio Caracas Televisión, narrada en nuestro idioma por la morsa catódica, alias Oscar Yánez.

—Eso es una soberana mentira, caballero –gritaba René desde la puerta de la cocina de nuestro apartamento mientras preparaba una olla de congrí –eso es una película made in Hollywood que los gringos se han montado para hacerle creer al mundo entero que se adelantaron a los rusos, ya ustedes lo verán, el tiempo me dará la razón.

—Sí, René, y la historia te absolverá –lo aguijoneaba mi padre enarbolando la frase pronunciada por Fidel.

—Déjenme escuchar la tele –terciaba mi madre, sirviendo otra ronda de tragos: whisky en las rocas para los socios, jerez Fino La Ina para ella y Frescolita para mí: “frescolízate, papá: fres, fres, fres-colita; me gusta fres, es más coli, glu, glu, glu, glu, glu, glu, glu”.

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