"Al haber comenzado a ser un bien escaso,
las palabras tenían más significado que antes"
(Juan José Millás, EL ORDEN ALFABÉTICO)

CAPÍTULOS 6, 7, 8 Y 9

6
Mi padre monta su primer negocio el día en que el webón de Ernestico Hemingway decide suicidarse dándose caza a sí mismo, disparándole a las avestruces y rinocerontes que habitaban su cabeza. Deduzco que los defensores de los animales respiraron aliviados así sea por un rato, tanto como los toros de lidia o el pez aguja de la olla caribeña. Hasta las robustas y desencajadas nietas de Hemingway llegó su delirio de autoexterminio anclado en la hache. Eso y el gesto ampuloso, la bulla bilingüe, la bravuconada del viejo mareado en el océano de ron habanero y el oleaje de hierbabuena.

Escatológicamente pragmático, mi viejo inauguró una venta al mayor y detal de papel higiénico y servilletas. “Se come y se caga, salvo error u omisión”, bromeaba recalcitrantemente mi padre en sus escasísimos aforismos blindados que, de alguna forma oscura, me remiten a Cioran. Esta afirmación no es gratuita: el viejo bautizó el negocio como PAPELES EFÍMEROS, S.R.L. El enclave familiar abría al público de martes a sábado, 50 semanas al año. “Nuestras vacaciones anuales superan con creces los 100 días”, gustaba ufanarse el fundador de este comercio que “al igual que la Real Academia de la Lengua, limpia orificios que pronuncian y otros impronunciables”.

7
—¡Vaya comemierdas esos gringos que pagan fortunas por pinturitas de sopas enlatadas y refrescos!

René es el único amigo cubano que tiene mi padre. Los demás son todos españoles, como él mismo, a excepción de un par de gochos de San Cristóbal, los hermanos Mora, con quienes juega baraja la noche eterna de los sábados, con la excusa madrugadora de irse a desayunar caldo de papas y pastelitos andinos a una fonda escondida entre las estrecheces de La Pastora.

—¿Y saben cómo se llama el pintor ese? –prosigue René su soliloquio mientras ambos Mora y mi padre se escudan tras los reyes y bastos de sus naipes.

René no espera respuesta y espeta: “se llama Warhol, Andy Warhol, el rubiecito pálido esmirriado que le vende sus estampitas gigantes a los gringos comemierdas”.

8
El clan maldito de los Kennedy asesina a Norma Jean, alias Marylin Monroe, y mi padre abre un segundo negocio, pero esta vez en el este de la ciudad, bajo la denominación comercial sugerida por René de PAPELIMPIA, C.A. Ahora los cuatro reyes de la baraja son socios.

Un año más tarde, muere abaleado JFK en Dallas y René hilvana discursos sobre el karma y los complots universales mientras los cuatro jugadores sabatinos masacran botellas de Johnnie Walker etiqueta negra.

9
Mi progenitora delira con la película “El silencio”, del sueco Ingmar Bergman, que proyecta la Cinemateca Nacional. Muere Benny Moré y René viste de luto por todo un año, soportando las burlas de mi padre y la reprobación silenciosa de los Mora. A mis incipientes 3 años de edad, yo voy absorbiendo las peculiaridades de estos personajes que coprotagonizan la narración, sin poder calibrar los efectos secundarios.

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